El trabajo puede tener aspectos satisfactorios, como el salario, la colaboración con otros profesionales o el desarrollo de una tarea interesante. También puede aportar un aspecto más amargo, que, por ejemplo, puede estar asociado a conflictos relacionales o realizar un trabajo que resulta poco gratificante.
La jubilación es un proceso de cambio, en principio en el área profesional, pero que impregna la esfera personal de la persona. Se ganan y se pierden las aportaciones beneficiosas y perjudiciales del trabajo. A veces se espera con un entusiasmo que no siempre se confirma.
Una persona puede tener un trabajo tedioso, mal remunerado en un mal ambiente laboral en una gran ciudad y tras la jubilación volver a su pueblo de origen, organizar un pequeño huerto y reencontrarse con familiares y viejos amigos. Otra persona puede tener un trabajo de mucha responsabilidad con una tarea satisfactoria, buen clima de trabajo y un sueldo alto al que la jubilación le deja un importante vacío.
Dentro de la simplicidad de estos ejemplos, para cada persona, la jubilación puede tener un significado diferente. Para uno puede ser una liberación y para otro una condena.
Por ello, a nivel personal, conviene prepararse para la jubilación, analizando sus consecuencias de forma realista y buscando proyectos que puedan sustituir los beneficios del trabajo, a veces inconscientes. Por otra parte, y desde una perspectiva social, convendría facilitar, a quien lo desease, oportunidades de actividades que satisficiesen a la persona y resultasen útiles a la sociedad.
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