google-site-verification=vFyTcqpT27zWrkZJ7jaeSa2MoPOItD9vRRkHuUxCGQk El jefe que no manda
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  • Writer's pictureLuis Palacios Araus

El jefe que no manda

Llega Juan, el nuevo jefe de ventas de una compañía. Tiene bajo su mando a los jefes de ventas de las diferentes zonas donde presta sus servicios la compañía. Dos de ellos, Carmen y Julio llevan muchos años en la empresa. Tienen mucha ascendencia sobre sus compañeros. Y, además… su antigüedad prácticamente hace imposible cualquier opción de despido.

Al principio, Juan intenta cambiar algunos protocolos que le parecen poco adecuados a las necesidades de la empresa. Sin embargo, estos cambios se encuentran con la oposición frontal de Carmen y Julio. El resto del equipo calla y asiste a esta confrontación como el público de una obra de teatro.



Juan se da cuenta de que no tiene la capacidad de imponer su criterio. Para evitar un desgaste innecesario cambia de actitud. Deja de proponer nuevas alternativas y tiende a seguir las sugerencias de Carmen y Julio.



Lógicamente, el equipo entra en una fase de mayor calma y concordia. En cierto modo respira aliviado por la capacidad de negociación que han mostrado los miembros que se disputaban el liderazgo.

Juan ha aceptado sacrificar una parte de su poder y cederlo a Carmen y Julio. ¿A cambio de qué? De asegurar su rol de Jefe.



En los equipos, y grupos en general, no es raro que se llegue a un equilibrio entre varios miembros basado en que el jefe se queda con el prestigio (y remuneración) del cargo a cambio de ceder el poder a un miembro o subgrupo del grupo que ejerce el liderazgo desde la sombra.

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