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Quizás tengamos el recuerdo de aquel osito de peluche que nos acompañaba en nuestras noches de infancia. Si todavía está por casa, a los ojos del adulto les puede resultar difícil identificar en él, la fuente de cariño y protección que representó en su momento.
El osito de peluche, y otros elementos similares como pueden ser una almohada o una mantita, puede representar para el niño una especie de "madre suplente" que le sirve de consuelo y le facilita la separación durante la noche de la madre real.
Pasan los años, puede resultar extraño y lejano lo importante que llegó a ser para nosotros aquel osito. Sin embargo, no es tan raro que llevemos determinado colgante, ese reloj o aquella foto en el móvil como un amuleto asociado a esa persona que tuvo tanto protagonismo en nuestra vida.
Recordándonos que todavía vive en nosotros el niño que fuimos y, de alguna forma, sintiendo su necesidad de aquella compañía.