Todos los niños son creativos y sus juegos son una buena prueba de ello. A lo largo de la infancia y la adolescencia, la familia, el colegio y los grupos de amigos tienden a limitar esta
capacidad. En cierto modo, como un mecanismo de adaptación al entorno social.
En nuestro contexto actual todo cambia muy deprisa. Quizás las nuevas tecnologías sean el ejemplo más evidente. Como consecuencia, se exige a los equipos de trabajo una elevada capacidad de innovación. De alguna forma, hay una demanda de rescate de aquella creatividad que había quedado “olvidada”.
Los directivos, y también el resto de los miembros del equipo, se deben preparar para ejercer un liderazgo basado en la delegación, más que en el principio de autoridad, para facilitar el desarrollo de este componente de innovación en las tareas que se realizan.
Se trata de un difícil, pero necesario, cambio que abarca desde las actitudes personales de los profesionales hasta la cultura de las organizaciones. La supervivencia de las empresas puede depender de este proceso.
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