google-site-verification=vFyTcqpT27zWrkZJ7jaeSa2MoPOItD9vRRkHuUxCGQk La mesa del terapeuta
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  • Writer's pictureLuis Palacios Araus

La mesa del terapeuta

Se suele decir que la información no verbal aporta dos tercios de la información que comunicamos. Habitualmente de forma inconsciente y con un elevado componente emocional.


En este sentido, la decoración de la sala donde transcurren las sesiones de terapia, de alguna forma, contribuyen a mostrar la relación que van a tener terapeuta y paciente. Resulta especialmente relevante, donde se va a sentar cada uno y la presencia o ausencia de una mesa entre ambos.


Por empezar en orden histórico, la imagen clásica del psicoanálisis con el paciente reclinado en una chaise longue y el terapeuta detrás suyo, a veces tomando notas resulta bastante familiar. Su objetivo, o uno de ellos, es ofrecer al paciente una situación relajada y sin distracciones que facilite la asociación libre. Sin embargo, probablemente, la presencia de un terapeuta al que no se ve pueda resultar bastante amenazante.


También estamos acostumbrados al modelo sanitario, y de otros ámbitos profesionales, en el que el profesional, muchas veces con bata, se siente en una silla más grande y confortable que el paciente y dispone una mesa, que puede ser de una madera noble, entre ambos. Este encuadre tiende a resaltar el prestigio del terapeuta. También marca una cierta distancia entre ambos.

diferentes disposiciones mesa psicoterapeuta o terapeuta,

Algunos encuadres más informales, sitúan al terapeuta y paciente en dos sillas sin mesa en medio, o al profesional en una silla y al paciente enfrente sentado en un sofá, también sin mesa entre ellos. Esta disposición transmite una mayor cercanía y sensación de igualdad (especialmente si son dos sillas). No siempre esta sensación resulta cómoda, de hecho, para algunas personas, la intimidad resulta amenazante.


Finalmente, y muy de nuestros días, existe la posibilidad de que paciente y terapeuta trabajen online y su contacto sea a través de la pantalla del ordenador. En este caso, poco sentido tiene hablar de sillas y mesas, pero si hay otros elementos del encuadre que informan del tipo de relación asociada a la terapia. El terapeuta decide que deja ver detrás suyo, por ejemplo, un espacio profesional, como la oficina, o más personal, como su casa. También tiene cierto margen para estar muy próximo a la pantalla o más alejado de ella. Como novedad respecto a los casos anteriores, el paciente también contribuye a crear el encuadre de la relación a través de lo que deja ver (o oscurecer) en el fondo de la pantalla.


Seguramente, tiene poco sentido intentar averiguar cuál es la mejor opción. Todas tienen sus ventajas e inconvenientes. Quizás el planteamiento más eficaz es ofrecer el encuadre adaptado al tipo de relación que el profesional va a ofrecer. En terapias donde hay un menor compromiso probablemente sea adecuado mantener la mesa, u otro elemento que de esa información. En relaciones con un mayor compromiso puede tener más sentido retirarla.


En mi caso, uso varios encuadres. En sesiones individuales trabajo con un sofá, enfrente dos sillas y una silla lateral, sin mesa. Para trabajar con parejas o familias, prefiero sillas iguales, sin mesa. Y, finalmente, en supervisiones o entrevistas informativas de actividades grupales con sillas iguales y mesa. Si trabajamos online, elijo un fondo con una pequeña librería y me sitúo un poco distanciado del ordenador.


Con este "abanico" de posibilidades, intento poner el mobiliario al servicio del tipo de relación que vamos a establecer. Lógicamente, también los muebles deben estar al servicio del proceso terapéutico, la formación o una simple entrevista informativa.


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