La ruptura de una pareja supone un importante cambio para sus miembros. Como en todo cambio hay un elemento de pérdida y, también, la esperanza de una mejoría.
Es muy frecuente que después de muchos años de convivencia, o simplemente relación, haber compartido muchas emociones y experiencias juntos, la calidez se congele y aparezcan múltiples expresiones de agresividad.
A veces son discusiones y reproches. Casi siempre el "culpable" es el otro. En otras ocasiones, el desacuerdo, o franco litigio, gira alrededor de cuestiones económicas, la vivienda, el coche, los préstamos. Cuando hay hijos en común, no es raro que se les intente manipular para convertirse en el ariete que golpea al otro miembro de la pareja o simplemente solucionar problemas propios, como la soledad.
Esta tormenta, donde el amor se transforma en odio, se suele aceptar como una etapa más o menos inevitable en las rupturas. Quizás, se puede considerar como una expresión del dolor asociado a la separación. Incluso, una ayuda, un cargarse de razones, para impulsar la separación.
Pero, por otra parte, esta actitud plantea la paradoja de que la agresividad y la confrontación mantiene la relación con esa persona a la que ahora se considera tan despreciable y dañina. Desde esta perspectiva, aparentando lo contrario, el odio continúa vinculando a la pareja. De hecho hay parejas que mantienen su relación a través del odio y la agresión, mucho tiempo después de la ruptura. Además, y como "beneficio" extra, el enfado encubriría la tristeza por la pérdida o el miedo al cambio, en este caso, habitualmente asociado a un componente de soledad.
Seguramente, viendo lo habituales que son estas tormentas, resulta razonable pensar que proporcionan estos y otros servicios. Pero, también se paga un coste, el recuerdo del amor compartido queda dañado y se dificulta la posibilidad de cargar de ilusión nuevos proyectos, particularmente de pareja.
Desde el principio, o tras de un período tormentoso, es posible separarse con calma, incluso desde el amor. Requiere un gran esfuerzo, en cierto modo, retorcer la tendencia natural de nuestro mundo emocional. Pero, a cambio, se cuida el baúl de recuerdos que da sentido a lo vivido y se deja la tapa abierta para incorporar nuevas relaciones sin estar cuestionadas por el pasado.
Muy interesante