Nos encontramos en una situación que puede parecer una película futurista pero sin embargo es real.
Empezamos tomándonos la epidemia con cierto sentido del humor y, poco a poco, nos hemos ido asustando. Ya nos reímos menos. Las medidas para contener la epidemia en parte tranquilizan pero también contribuyen a alimentar una espiral de temor.
El miedo me da miedo, especialmente cuando se convierte en una emoción compartida y adquiere una escala grupal y social. Debemos escuchar el corazón pero no conviene que sean las emociones las que nos controlen.
Una crisis es una oportunidad de cambio. Éste puede ser un buen momento para reencontrarnos con las personas queridas, ponernos al día en las nuevas tecnologías y tomarnos el tiempo necesario para soñar proyectos que quizás podamos realizar en el futuro.
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