Entras en el aula y ves la mesa del docente delante de la pizarra. Enfrente están las hileras de mesas rectangulares, mucho más pequeñas, de los alumnos. Todas alineadas mirando hacia la mesa del profesor. Una imagen muy diferente a la de un aula con mesas redondas dispersas sin que haya un punto concreto donde se centre la atención del grupo.
En los centros educativos se imparten conocimientos, pero también se da un estilo de relación y de aprendizaje. En cierto modo, se repite y modela la relación de los padres, ahora representados por el docente, y los hijos, cuyo lugar ocuparían los alumnos.
En la enseñanza tradicional, el profesor imparte la clase y los alumnos repiten lo escuchado en un examen se tiende a ofrecer el modelo dependiente del “dime lo que tengo que hacer”.
En otros planteamientos educativos más recientes, se estimula a los alumnos a explorar áreas de interés y se les da mayor protagonismo en el proceso de aprendizaje. De esta forma, se facilita el desarrollo de una mayor autonomía personal y un modelo de relación
más maduro.
Con frecuencia, se subestima la importancia de los aspectos emocionales y relacionales asociados al aprendizaje en la escuela que son especialmente importantes en la educación infantil y primaria.
Por otra parte, este tipo de consideraciones, resultan muy relevantes en estos tiempos, donde la función educativa tiende a desplazarse desde la familia hacia los colegios e institutos.